jueves, 22 de septiembre de 2011

Frank Auerbach

Retrato de Frank Auerbach - óleo s/tela - 0.60 x 0.60 m - Claudia Martínez


“Odio dejar mi estudio. Odio dejar Camden Town. Odio dejar Londres”.

Frank Auerbach nacío el 29 de Abril de 1931 en Berlín / Alemania, su familia era judía y en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, cuando solo tenía ocho años, es llevado por sus padres a Inglaterra, como parte del programa Kindertransport. Lo dejan allí y regresan a Alemania donde mueren posteriormente en un campo de concentración.
Reside desde entonces en Londres.
En el catálogo de la Bienal de Venecia de 1986, Auerbach decía que embarcarse en una gran pintura “simplemente para crear un documento visual, una memoria en decadencia, no es suficiente. Tiene que existir un conflicto entre lo que uno quiere y lo que realmente existe”.




El proceso de constatar este conflicto en una pintura puede llevarle mucho tiempo, meses. Es continuo, poniendo y quitando materia. La pintura tiene que permanecer fresca hasta el final, lo que significa tener que repintarla totalmente en cada sesión.



Él profundiza una y otra vez en la materia, como recomendaba su maestro, el pintor David Bomberg, que lo fue también de Leon Kossoff.
"No se puede dejar nada fuera, hay que sepultar lo irrelevante de algún modo en el cuadro".
J.Y.M es una de las tres modelos que comúnmente utiliza Frank Auerbach en sus pinturas. Las otras dos musas: su esposa Julia y su amiga Stella West.
Frank Auerbach, 1976, Portrait of J.Y.M Seated, at Richard Green

martes, 13 de septiembre de 2011

ILUSIONES

¿Quien no ha sido defraudado?
No pensemos, sin embargo,
que el culpable es un sistema, o la sociedad,
o un Estado, o una persona.
Son nuestras ilusiones las que nos van defraudando.
Todo comienza en el calor del vientre materno
y el descubrimiento de que hace frío allá afuera.
¿Y acaso es culpa del frío que haga frío?

ANTHONY BURGESS



viernes, 2 de septiembre de 2011

No debería sorprender –parafraseando a Zizek– que dos de los gritos más famosos en la historia del arte sean silenciosos.

La pintura de Bacon abrió heridas en la belleza, horadó el sentido iconográfico del cuerpo para someterlo a una pesadilla pictórica sin precedentes en la pintura de occidente.

Head VI
1949 óleo s/ tela, 93.2 x 76.5 cm; Arts Council of Great Britain, London

Siempre sentí miedo ante la pintura de Bacon, la necesidad de apartar la mirada.

Hay obras fundamentales que nutren el imaginario del pintor.
Algunas donde es posible examinar el estatuto de la voz como objeto. Así, por ejemplo, en El Grito de Munch lo patético adviene por ese chillido áfono y atragantado –cabe recordar que cuando Lacan se refiere al cuadro de Munch a fin de ejemplificar el status de la voz como objeto, destaca como rasgo decisivo el hecho de que el grito no se oye– .
En la obra de Bacon el cuerpo que “escapa por una boca que grita” marca la brecha estructural que separa voz de cuerpo y que atestigua el encuentro cargado de horror con lo real del goce, como lo ilustra también su estudio sobre la escena de la niñera en la legendaria película 'El Acorazado Potemkin'.
No debería sorprender –parafraseando a Zizek- que dos de los gritos más famosos en la historia del arte sean silenciosos


SKRIK- El Grito - E. Munch - 1893

Para Zizek, la voz acusmática reside en una región imprecisa y perturbadora, en un orden simbólico que nos interpela resonando en los límites de nuestra subjetividad.
No es la voz de un narrador, ni la voz de un personaje . Es una voz que circula en la obra y que por momentos se independiza de su fuente. Ese sonido que proviene de un vacío, ese sonido que detenta una brecha, constituye una remisión al lamento por un objeto perdido. Esa voz que circula acusmatizada, que elude nuestra mirada,  nos introduce en esa brecha regulada por una pérdida esencial. 
Three Studies for Figures at the Base of a Crucifixion-  F Bacon
  Según las palabras del propio Munch citadas por F. Jameson: “esto recuerda a aquel personaje de Lautréamont que había crecido dentro de una membrana cerrada y silenciosa y que, enfrentando a lo monstruoso de la deidad, rompe la burbuja con su propio grito, ingresando así en el mundo del sonido y del sufrimiento”. La expresión en el cuadro de Munch pone de frente el problema de la subjetividad moderna como una envoltura monádica en cuyo interior se sienten las cosas y desde donde se expresan proyectándose al exterior. El ingreso al mundo del sonido y del sufrimiento a partir del grito como expresión de la mónada es precisamente la manifestación del elevado precio que hay que pagar por esta condición de posibilidad monádica: esto escenifica “la desdichada paradoja de que, al constituir la subjetividad individual como un territorio autosuficiente y un reino cerrado por derecho propio, nos apartamos en el mismo acto de todo lo demás condenándonos a la soledad sin ventanas de la mónada enterrada en vida y sentenciada en la celda de una prisión sin salida” (Jameson).

¿Quieres irte de aquí? Bueno, es una decisión como cualquier otra. ¿Pero adónde quieres ir? ¿Dónde está ese marcharme-fuera-de-mí? Ni siquiera está allí, y tan lejos no vas a llegar. De modo que, ¿a qué viene todo esto? ¿No prefieres sentarte en el rincón y no moverte? ¿Eso no sería quizás mejor? ¿Allí en aquel rincón, calentito y oscuro? ¿No escuchas? Buscas a tientas la puerta. Sí, ¿dónde está la puerta? Si recuerdo bien, en esta sala no hay puerta. ¿Quién pensó en aquel entonces, cuando se construyó esto, en planes tan grandiosos como los tuyos? Bueno, no se ha perdido nada, una idea así no se pierde, lo comentaremos a fondo en la tertulia, y que la risa sea tu merecido.
 Franz Kafka, Cuadernos en octavo, 1918.

VAZQUEZ ROCCA, Adolfo, Francis Bacon; la deriva del yo y el misterio de la carne
ZIZEK, Slavoj, Goza tu síntoma , Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1994.
IVAN ORDÓÑEZ, La estética moderna de Van Gogh y Munch - Colombia, 1976


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