domingo, 2 de abril de 2017

Lúcuma- familia de las sapotáceas, originaria y nativa de los valles andinos.


Lúcuma proviene de la palabra quechua lluku uma ( cabeza de anciano ). Lluku uma > luku uma > lukma > lúkuma.
 La cultura Moche representó en su arte a la lúcuma, como parte de su fascinación con los productos agrícolas. Su madera se empleó para la construcción del santuario de Pachacámac, donde en 1938 se halló un tronco de singulares dimensiones tallado como figura totémica.  La evidencia apunta a que el pico de su cultivo tuvo lugar en la época de la cultura mochica, alrededor del siglo I al VII D.C.


Dice de esta fruta un refrán peruano que es "madera disimulada" .
La lúcuma es una fruta de bajo perfil, que esconde un sutil  sabor amaderado, con cierto parecido al jarabe de arce.

 Entró en la historia por la leyenda de Kon-Iraya, que era el mismo dios Wiracocha, que decidió, tomando la forma humana de un mendigo, constatar hasta donde podia llegar el egoismo humano. Sólo se conmiseraron de él  los más humildes. El dios, por tal gesto, los premió con la fertilidad de sus tierras.

Cuando los españoles llegaron al Perú, no se sintieron atraídos por la lúcuma, es más, la llamaban “alimento de indios” de manera despectiva. Sin embargo, en el siglo XX se descubrió su enorme potencial para la repostería, siendo ahora uno de los productos más demandados en el mundo por su sabor, y no sólo por eso,  también posee propiedades nutritivas notables.

El mismísimo Garcilazo de la Vega, en 1609 decía que la lúcuma “es fruta basta, no nada delicada ni regalada, aunque toca antes en dulce que en agrio ni amargo, ni se sabe que sea dañoso para la salud, más que es manjar bronco y grosero".

Busqué  lúcuma en Perú, y la encontre en el hermoso Mercado de Pisac en Cuzco.



Esa noche después de las caminatas pretendí comerla, ciertamente encontré que era imposible. Bien parecida por su textura a una madera. Me traje las otras dos en la valija y prepare ni bien llegué una rica salsa que fuimos comiendo con helados y tortas.

Guarde las semillas en un recipiente con un poco de agua, no quería que terminara el misterio.
Grande fue mi sorpresa y felicidad el día que ví que había brotado.
Me sentí responsible de su cuidado. Presentí que el agua ya no era el medio, así que la cubrí de tierra y la dejé en una maceta.

Esta mañana estaba ahí.




Yo espero a mi lúcumo.

Mientras tanto,  siento en mis manos esa hermosa inquietud que me hace suponer que en mi taller creceran frutos de lúcuma.  

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