viernes, 11 de noviembre de 2011

Oskar Kokoschka

Retomo por estos días la reflexión que me propuso el pensamiento de Frank Awerbach hace un tiempo:
" Para crear un documento visual, tiene que existir un conflicto entre lo que uno quiere y lo que realmente existe”.
Desnudo de pie, 1953, lápices de colores - Oskar Kokoschka

Oskar Kokoschka (Pöchlarn, 1886 - Montreux, 1980)
Suscribo a la idea de Freud, de El malestar en la cultura,  donde sostiene "El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad"*, y considero la necesidad de incorporar este aspecto a nuestra perspectiva.
La aspiración a un mundo en el cual se haya superado esta dimensión nos lleva por un camino errado y a no reconocer el caracter contingente de lo hegemónico. 
 La ceguera respecto del antagonismo no es nueva. Una visión idealizada de la sociabilidad humana, como impulsada por la empatía y la reciprocidad ha estado en el fundamento del pensamiento contemporaneo. La violencia y la hostilidad son percibidos como un fenómeno arcaico, a superar en una comunicación transparente entre participantes racionales.
 No son muchos los proyectos sobre una base antropológica que reconozcan el carácter ambivalente de la sociabilidad humana y el hecho de que eros y thanatos, reciprocidad y hostilidad, no pueden ser disociados. Probablemente la creencia de un concenso racional universal nos haya puesto en un camino equivocado y  se trataría ahora de generar ámbitos de práctica agonista*, aceptando como siempre presente la dimensión antagónica en condicones reguladas, democráticas,  aceptadas por los adversarios. Existen muchas maneras en las cuales puede jugarse el "juego de lenguaje" democrático, y la lucha agonista debería introducir nuevos sentidos y campos de aplicación para que la idea de democracia se radicalice. Este sería la manera de desafiar efectivamente las relaciones de poder, no en la forma de una negación abstracta, sino mediante un proceso de desarticulación de las prácticas existentes y de la creación de nuevos discursos e instituciones. En este sentido, se niega la posibilidad de una política democrática no adversarial y se es crítico de aquellos que -por ignorar la dimensión de "lo político"- reducen la política a un conjunto de pasos supuestamente técnicos y de procedimientos neutrales.



En este punto es que pienso en Kokoschka. En un comienzo, él como Schiele, se rindieron a la influencia de la idea del arte estilizado y del ideal de la obra artística integral. En 1908 comenzó a romperse ese hipotético consenso, atacando la ideología de una universal armonía formal, sutituyéndola por un radicalismo insospechado hasta entonces. En Kokoschka las cosas sencillas devienen abismales y mórbidas, siendo presentadas en su desnuda dimensión animal. El fondo se transforma en algo que ya no puede acoger a las figuras, sino que las hace avanzar hacia el espectador. Su obra constituye un estudio y análisis de aspectos existenciales del vivir, como erotismo, caducidad, enfermedad y muerte. Eros y Thanatos constituyen su tema.
En los términos antes descriptos, se reinstalaba el conflicto y como consecuencia de ello surgian  estas pinturas que siguen hablandonos de una humanidad controvertida, imposible de ser sujetada en una idealidad.
Arte degenerado fue la expresión adoptada por el régimen nazi en Alemania para describir virtualmente el arte moderno y prohibirlo en favor del llamado «Arte heroico» La teoría era la siguiente: el arte heroico simbolizaba el arte racial puro, la liberación de la deformación y la corrupción, mientras que los modelos modernos desviaban de la norma prescrita de la belleza clásica. Los artistas racialmente puros produjeron el arte racial puro, y los artistas modernos, racialmente inferiores o degenerados, producían obras degeneradas.
 La pregunta inevitable  ¿como hoy la idealidad?
Una respuesta posible, entre tantas: la posmodernidad, y esta es una de sus pocas peculiariddes intrínsecas, depone el conflicto y lo suplanta por la ironía.
Despoja de significación los objetos
que cita porque no hay una historia donde los pueda integrar o dotar de sentido.
Todo es pastiche y citas para la parodia descontextualizada. El espacio se banaliza y se lo neutraliza politicamente, excluyendo el conflicto, siempre en nombre del pluralismo. 
Las formas artísticas no son solo aquello que estamos acostumbrados a asociar con la belleza sensible. En un clima social polarizado, agonista*, también puede ser un terreno de reciprocidad y hostilidad, tanto en lo artístico como en lo político.

*1 Sigmund Freud, El malestar en la cultura, en Obras Completas, vol. XXI, Buenos Aires, Amorrortu, 1988, p. 108
*2 Chantal Mouffe, En torno a lo político, buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007
Eros y Psique, 1955 - Oskar Kokoschka

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