De lo que apenas queda una foto, una anécdota, un vestido.
Un vestido guardado en un cajón, 57 años
después.
Mi madre dice que estaba muy feliz con la tablita y la
plancha, le digo que seguramente a expensas de la coronita.
Cuando la escuché, creí recordar la seria ilusión que tenía
de armar mi propia casa. Era poner un mundo en movimiento, el propio.
Siempre resultó precaria esa construcción, mucho después advertí
que de eso se trataba, que lo contingente y nunca acabado era condición misma
de la vida.
Mi hija dice que le hubiera encantado usar ese vestido, que
cuando vio la foto ya tenía 6 años y supo que ya no podría.
Lo lavé y lo planché.
Desde la percha, el vestido y ciertos aspectos de mi infancia me interpelan. La que vive en mi, el revés del mundo, me convida su pasión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario