sábado, 22 de mayo de 2010

CONFERENCIA: El pintar como acción mancomunada / Grupo Boedo

CeDIP - Sala de Conferencias
AUTORRETRATOS / GRUPO BOEDO
Centro Cultural Recoleta
21 de Mayo de 2010


Cuando recibí la invitación de Ariel para participar de este panel me propuse dar alguna respuesta a las preguntas que me parecieron más inmediatas: ¿porque un grupo? ¿porque autorretratos?, compartirla y en tal caso debatirla con ustedes.
Para poner en contexto esta reflexión elegí una frase de Máximo Gorki que Berger cita en su novela y que Ariel ha escrito por allí en su taller:“La vida será siempre lo suficientemente mala para que nunca desaparezca en el hombre el deseo de algo mejor”.
De manera clara, sencilla y contundente Gorki, liberado de todo espejismo utópico, habla de una lógica de la falta, una falta como soporte y límite del deseo, una falta como una condición de posibilidad e imposibilidad, de una incapacidad constitutiva de alcanzar cualquier plenitud, una ausencia que nos hace incompletos.
Incompletud y contingencia, entonces…
Pintar, en mi opinión, es insistir en esa contingencia. Como tantas veces nos ha sugerido nuestro maestro, pintamos lo que estamos por perder, lo que deseamos, lo que ya no volveremos a ver, el momento que se nos va.
En este sentido puede pensarse a la pintura como una mediación entre la realidad y lo que deseamos.
Pintamos porque queremos lo mejor, aún sabiendo de su imposibilidad.
Pintamos porque advertimos que no hay nada de necesario ni eterno en el estado actual de cosas, pintamos para que no nos digan que esto que hoy tenemos vino para quedarse y no admite otra alternativa.
Pintamos……
Pintamos y vivimos nuestra vida en ese extravío,
una vida que es una construcción contingente,
una vida que así merece la pena ser vivida.
Encuentro que uno de los posibles lugares donde situarse en estas épocas, donde todo se ha despintado un poco, es el de la experiencia de disconformidad, que no necesariamente es queja ni lamento, por sobre todo disconformidad es el lugar del reconocimiento de esa ausencia, de esa brecha constitutiva que nos arroja al deseo, y que claro… no se llena con lo que nos ofrece el mercado.
Para que tenga lugar esta experiencia de disconformidad con la realidad y abrirnos a lo nuevo, es necesario restablecer una relación con el pasado. La ruptura con el pasado nos reduce al silencio, la gran historia se queda sin texto. La experiencia se empobrece.
Es necesario un nuevo desciframiento, una puesta en contexto. Fuera de la corriente histórica, lo que pintamos corre el riesgo de no mirarnos y quedar integrado a un panorama indiferenciado, que es lo que hoy propone la industria cultural.
La belleza para perdurar necesita formar parte de una historia.
Dicho esto, me gustaría compartir con ustedes que sentido encuentro yo a formar parte de este grupo de pintoras y pintores y a estos autorretratos que hemos pintado:
Diré que:
• Nos agrupamos para recuperar una experiencia que nunca es individual ni ahistórica. Desde la elección del nombre para el grupo, hemos optado por ponernos en relación a otro grupo humano que existió en el pasado.
• Nos agrupamos para tener interlocutores en el presente y para juntos descubrir el legado de los grandes maestros de la pintura. Tenemos una larga y rica tradición pictórica de la que nutrirnos.
• Nos agrupamos porque nos reconocemos necesitados del otro.
• Nos agrupamos para nutrir esta experiencia de la disconformidad. Para tolerar y sostener la tensión que nos lleve a un significante nuevo, siempre a descifrar, siempre fallido.
• Nos agrupamos para recortarnos en el panorama indiferenciado que hoy propone la industria cultural.
¿Por qué autorretratos?
Porque Autorretratarse es una respuesta a este llamado a la indiferenciación.
Al retratarse el pintor no busca tanto el placer de su propia imagen como la certeza de una presencia, la suya, la propia.
En el autorretrato el pintor se inventa a si mismo.
Retratar no es revelar, ni reproducir, ni copiar.
Es producir.
Producir es conducir hacia delante, sacar afuera, exponer.
Esta exposición, es “nuestra” exposición. Nos exponemos, nos ponemos en espacio y en relación.
Berger nos enseña que un lugar es lo opuesto a un espacio vacío, un lugar es donde algo sucede o ha sucedido.
Esta pintura entonces, es el lugar donde tal o cual sujeto nace y expone su ausencia.
Ausencia que es lo más intimo, el hueso al que se aferra su identidad.

Su rostro, siempre invisible para si.

Claudia Martinez




Ninot Kayor, Ariel Mlynarzewikz, Titina Bustelo, Claudia Martínez
Esteban Videla


jueves, 20 de mayo de 2010

Idea de la materia

Head of J.M II - F. Auerbach

Del libro Idea de la prosa, de Giorgio Agamben

La experiencia decisiva, de la que se dice es tan difícil explicarla para quien la haya vivido, no es ni siquiera una experiencia. No es más que el punto en el que rozamos los límites del lenguaje. Mas lo que en ese momento rozamos no es, obviamente, una cosa, tan nueva y tremenda que para describirla, nos faltan las palabras: es más bien materia, en el sentido que se dice “materia de Bretaña” o “entrar en materia” o incluso “índice por materias”, -aquel que toca, en este sentido, su materia, encuentra simplemente las palabras necesarias. Donde acaba el lenguaje empieza, no solo lo indecible, sino la materia de la palabra. Quien nunca ha alcanzado, como en un sueño, esta lignaria sustancia de la lengua, a la que los antiguos llamaban “selva”, es, aunque calle, prisionero de las representaciones.

Es como para aquellos que han vuelto a la vida tras una muerte aparente: en realidad no están muertos ( de otro modo no hubiesen vuelto) ni se han liberado de la necesidad de tener que morir un día; sin embargo, se han liberado de la representación de la muerte. Por ello, al ser interrogados acerca de lo que les ha pasado, no tienen nada que decir sobre la muerte, pero encuentran materia para muchos cuentos y para muchas bellas fábulas sobre sus vidas.

jueves, 6 de mayo de 2010

Pato me trajo colores de NY

Claudia Martínez / 2007 / Paisaje 1 / óleo sobre tela / 1.00 x 1.00 m
Ella juega a fabricar mundos donde pone a vivir sueños y dolores, pequeños enigmas, esporádicas encarnaduras.
Ella es pintora y poco le interesa qué signifique eso.
Mas bien se arroja cotidianamente a cierto lugar de sí misma a enchastrarse las manos y los ojos de luz.
Y dice que pintar es jugar a oscuras, como hacíamos de chicas. Es dejar que el contorno del día se desvanezca.
Ella ama a algunos pintores como a viejos amantes, pero también ama las frutas, las texturas y los ruidos de la calle.
Anda así por todas partes, de a ratos apacible y de a ratos furiosa. Y ese andar salpica materia en sus cuadros, pedazos del mundo, de esos mundos que ella camina.
Yo casi nunca salgo de casa. Cuando excepcionalmente voy a alguna parte, ella acude rauda a poner en mi valija algún abrigo para posibles tormentas.
Siempre es igual, me da un beso en la frente y me deja ir con dulzura.
La última vez estaba inquieta. Aleteaba como una golondrina con hambre de cielo.
Dijo algunas cosas inconexas, pisó sin querer la cola de mi gato.
Hacía semanas que no comía, su mundo andaba escaso de colores y todo se había desteñido un poco.
Cada tanto es así, lo familiar se estrecha en agonía, y hace falta abrir la boca y morder sospechas que flotan en el aire.
Un poco incómoda puso negro sobre blanco, y me arrojó el encargo de traer colores desde lejos.
Mientras andás por ahí vas exprimiendo todo, delante y detrás tuyo, y cada gota del color de las cosas la guardas en este pomo, tapás todo bien, lo ponés en la valija y ya-dijo como si yo fuera capaz de entender.
Traté de no pensar en sus palabras hasta después.
Parecía imposible despegar los colores de las superficies. Nacidos en ellas, abrazados al cuerpo de las cosas, los colores viven un destino común con la carne donde se posan.
Hoja verde del árbol de la esquina, amarilla la piel de la pera sobre el plato, silencio marrón de la tierra donde cae la lluvia.
Adherencia cromática de la vitalidad en los huesos y los hierros de esa ciudad donde deambulaba con un encargo a cuestas.
¿Con cuál de mis órganos la despellejaría?
¿Qué voluntad puede arrancar la sustancia lumínica de las formas?
Nunca supe como sucedió.
Yo quería aferrar la luz que titilaba bajo mi tacto.
Pasaba por las cosas y, como en mi niñez, acariciaba cada color con las manos como si ellos pudieran escucharme. Los invitaba de a uno a venir conmigo, les hablaba de ella y sus fastuosos mundos, de la espesura intensa en otras vidas.
Acaso ellos necesitaban cambiar de mundos. Existir en otra pasión.
Los vi derramarse en gotas sobre mi mano y dejarse guardar suavemente en el enorme pomo blanco que yo sacaba de mi bolso.
Magenta turquesa verdeagua amarillolimón, desnuda la ciudad tras mis pasos.
Esas pieles desencarnaban sin violencia, se dejaban ir de las formas, esfumado anhelo en la vacuidad.
Las cosas quedaron atónitas viéndolos partir.
Los colores venían a mí con docilidad, como si entendieran que una vida no alcanza.
Podía escucharlos respirar en el fondo de mi valija, dispuestos a transmigrar como almas soñadoras de un destino.
Lo demás fue sencillo.
Correr por el cielo hasta su casa, la de la pintora, abrir la valija, y sentarme a esperar verlos nacer.


Patricia Mercado
Columna escrita para "Campo Grupal" / Mayo 2010

martes, 4 de mayo de 2010




Autorretratos


XIII Muestra de Pintura del Grupo Boedo del Taller de Ariel Mlynarzewicz



Centro Cultural Recoleta. Sala 13 Inaugura: viernes 14 de mayo de 2010. 19 hrs. Cierra: 30 de mayo

El Grupo Boedo es un colectivo de pintoras y pintores que se constituyó a fines del verano del 2006 en el taller de Ariel Mlynarzewicz, respondiendo a una convocatoria que este efectuó entre sus alumnas y alumnos. Durante estos cuatro años transcurridos desde su fundación esta agrupación ha realizado 22 muestras colectivas, en 13 de las cuales expuso todo el grupo y las otras 9 tuvieron carácter parcial. En este mismo periodo varios de sus integrantes llevaron a cabo 38 exposiciones individuales. En estas 60 muestras se expresa la voluntad de pintar y el dinamismo y vitalidad que caracterizan al Grupo Boedo.

Autorretratos es la XIII Muestra de Pintura que realiza el Grupo Boedo con la totalidad de sus integrantes.
Ariel Mlynarzewicz, fundador del grupo, señala en el prólogo del catálogo de esta muestra:
“Durante el verano del 2006 fui madurando la idea de conformar para mis alumnos un grupo al que denomine “Grupo Boedo” inspirándome en aquel viejo grupo de escritores y artistas de un perfil ideológico del cual yo me identificaba; el texto que escribí para el acto inaugural del grupo era cuestionador de los procesos actuales de producción artística y presentaba la necesidad de generar otras posibilidades creativas vinculadas con las herramientas originarias y las expresiones individuales y colectivas genuinas, haciendo énfasis en las subjetividades y la personalidad de cada integrante.Me emociona ver que el grupo creció a un número significativo como también la variedad de inquietudes de sus integrantes. Estoy muy contento con la producción de estos pintores, que consiguen expresar sus emociones y transmitirlas con naturalidad.
Ésta es una muestra que nos representa. Por cierto son 42 autorretratos, un género complejo y duro de abordar: bucear interiormente, cuestionarnos, reflexionar y plasmar el reflejo de lo que somos o creemos que somos o intentamos ser. Un tema difícil.
El Grupo Boedo se sostiene por sus integrantes que mancomunados trabajan para generar proyectos. Estoy sumamente orgulloso por la calidad humana y artística de cada uno de los integrantes del Grupo.
Ariel Mlynarzewicz
Marzo 2010
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