_ “¡Soy la bordadora!”, decía en un sueño hace unos días.
Un sueño en el que ingresaba clandestinamente a un lugar para apropiarme, ocultar o quizás devolver algo, algo que no puedo precisar que era, casi no era, no había nada allí.
Claramente en falta y descubierta in fraganti por dos mujeres ancianas que llegaban, me justificaba diciendo: “soy la bordadora, ¿se acuerdan de mí cuando era niña?”.
Ellas, como si nada, ignorando mi incómoda situación, tomaban sus lugares en un mostrador y con toda la dulzura imaginable me decían: “quédate acá”, y me daban un gran libro de tejido.
_ ¿Quién soy? ¿Adónde arrojar esa pregunta? ¿Para qué?.
¿Adónde si no a la fuente del misterio, al ensoñamiento de las primeras palabras, al yo balbuceado?.
¿Para qué sino para abrazar esa nada?,
para ser amada.
¿Adónde si no a la fuente del misterio, al ensoñamiento de las primeras palabras, al yo balbuceado?.
¿Para qué sino para abrazar esa nada?,
para ser amada.
Leía hoy un hermoso artículo sobre la infancia y lo infantil que escribieron Jose Luis Juresa y Alexandra Kohan, que concluye así: _"lejos de tener las cosas claras, se trata de saber hacer con la opacidad. Se trata de no infantilizarnos en el rechazo a la sorpresa, a la contingencia, a la ocurrencia. Se trata de la infancia que vuelve."
Se trata..
Claudia Martínez
Artículo citado:
http://www.polvo.com.ar/2017/06/la-infancia-que-vuelve/
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